27 de mayo de 2014

ÚLTIMA ESTACIÓN

Se han cumplido seis años trabajando en el Centro de Mayores de Villena.

http://instagram.com/villenacuentame#Por esas vueltas que da la vida, esta ciudad, que tan solo era un lugar de paso para mí,  se ha ido convirtiendo en algo muy mío también. 
Enamorado sigo de su castillo, y del casco antiguo de callejuelas estrechas y laberínticas que nacen a sus pies. Y en las primaveras, el mercado medieval que montan en el barrio de El Rabal  es algo tan espectacular  que merecería la pena presentároslo algún día en un reportaje.

Me he acostumbrado perfectamente al latido pausado del Centro, al trasiego de gente mayor que se reúne por las tardes para jugar a las cartas o al dominó.
Me gusta el denso aroma a café que flota en el ambiente cuando los jubilados llegan de casa recién comidos y van sacando de la máquina un café tras otro. "El calentico", que dicen ellos.

Me divierte observar a esas señoras que van a la peluquería y sienten mucho apuro al tener que cruzar un salón abarrotado de hombres, o escuchar a la pareja que diariamente informa de quiénes son los difuntos del día, dando tantos datos y detalles de sus vidas que casi podrían escribir sus biografías.
Apenas hay voces altisonantes, salvo los de algún cascarrabias que no sabe perder en el juego, o las protestas puntuales cuando la calefacción es floja en días de frío o se avería el aire acondicionado en verano.

Es curioso que  los dos usuarios del centro a los que más afecto tengo  reciban numerosas críticas por parte del personal y se les tache de  antipáticos. Yo no les veo así en absoluto, aunque quizás ocurra que solamente yo he conocido su lado amable y su verdadero corazón risueño.

Una es mi querida Josefina, la capo Corleone, la reina del bingo. Un peinado impecable sobre un porte firme de miradas severas le confieren aire de señora seria. Pero aquella mordacidad de sus protestas  y las sarcásticas advertencias que me lanzaba en mis primeros días, iban acompañadas siempre de un agudo sentido del humor, así que, lejos de amilanarme, me la hicieron más interesante  cada día y, no sé cómo, pero nos fuimos ganando el uno al otro hasta profesarnos un sincero afecto.

Josefina me contó su niñez en Petrel, sus años mozos, su matrimonio "con el hombre más bueno del mundo", los años difíciles de la posguerra..., y, por supuesto,  su sueño de que los Reyes Magos le traigan  algún día a Bertín Osborne.  "¡Pero que sea antes de que me haga más vieja y ya no me quiera!"

El otro gruñón incorregible es José, uno de aquellos Billy y Garret que tanto se odiaban.  Nunca quise decantarme por ninguno de los dos enemigos, pero en mi fuero interno siempre me simpatizó más Garret, es decir, José, al que todos llaman Cabila.

Hubo un antes y un después en nuestro trato, que nunca dejó de ser amable, y fue el día en que me lo encontré por la calle.
Hacía calor y Cabila estaba sacando una silla a la puerta de su casa para tomar el fresco. Se alegró mucho al  verme y me rogó que esperara un momento, pues quería presentarme a su mujer.

- Así que tú eres Juan - dijo ella al verme -  Mi marido me ha hablado mucho de ti.
- Y a mí  de usted; ya me dijo que es yeclana.
- Juanico, ya sabes dónde vivo - decía él - Cualquier cosa que necesites, no dudes en venir a pedírmela. ¡Pero de verdad!, ¿eh?

Y desde aquella vez, Cabila acentuó su sonrisa al llegar. Tomaba el Marca y  la caja de dominó marcada con una cruz roja y hablaba un rato conmigo antes de dirigirse a su mesa. Un viaje reciente con su mujer, un consejo, alguna broma, un comentario futbolero... Así, día tras día.

A finales del pasado verano, me vine con Samuel al Centro para que pasara una tarde conmigo y viera cómo es todo aquello. Cuando Cabila llegó y vio a ese hombrecito a mi lado, se quedó unos instantes muy quieto por la sorpresa. Sin pronunciar palabra me miró con ojos interrogantes y me lo señaló con un rápido movimiento de cabeza.

- Sí, es mi hijo - le dije-  Mira, Samuel, este es José.
Se dieron la mano y noté que a Cabila le brillaban los ojos. Me percaté de que quería decirle algo pero la emoción se lo impedía.
Fue a la hora de marcharse cuando le salieron las palabras.
- Así que has venido al trabajo de tu padre, ¿eh?
- Sí
- ¿Te gusta el futbol?
- Sí, mucho
- ¿De qué equipo eres?
- Del Real Madrid
- ¡Sí, señor, como yo! - y volvía a darle la mano, riendo con satisfacción.

Al día siguiente, lo primero que hizo Cabila fue preguntarme por Samuel. Le traía unos cuentos que tenía por su casa. Le agradecí mucho el detalle y le dije que se los daría de su parte.
- Ay, Juanico, ayer al ver a tu hijo... me recordó al mío... Yo es que perdí un hijo, ¿sabes?  Se me murió muy jovencico.
- Vaya, cuánto lo siento - le dije apretándole un brazo.
- También le gustaba mucho  el futbol - dijo con una sonrisa emocionada- Todos los días me acuerdo de él.

Desde entonces, Cabila me fue preguntando por mi hijo prácticamente a diario, "Me acuerdo mucho de tu chiquillo, ¿cómo está?" y al despedirse, su consejo: "¡Disfruta de tus hijos, disfrútalos ahora que puedes!"

Hace tan solo un mes, Cabila se acercó a mí antes de marcharse a casa.

 - Juanico, vamos a estar unos cuantos días sin vernos.
- ¿Y eso?
- Me van a operar. Los médicos han visto unas manchicas por aquí... -se señalaba un lado del cuerpo - Una cosa un poco fea.
Viendo que yo me iba poniendo serio,  volvió  a ensanchar su  sonrisa.
- No, pero no tengo miedo, de verdad que no. Luego tardaré en venir porque me pondrán quimio y no estaré para muchos meneos, pero yo ahora estoy tranquilo.
- Va a ir todo muy bien, - le dije- ¡seguro que sí!
- Mi mujer... claro, está más asustada, pero es que... la verdad, como a mi no me da miedo morirme...
- Cuídese mucho, que quiero verle pronto por aquí otra vez.

Nos cogimos de las manos y nos sonreímos los dos.
- No se lo he dicho a nadie de aquí, solo a ti, porque te considero un amigo. Si preguntan por mi... tú diles que me he ido de viaje.
- De viaje a Benidorm, ¿verdad?
- Sí, a Benidorm
Y antes de marcharse se giró para decirme, una vez más, que se acordaba de "mi chiquillo", que le diera muchos recuerdos de su parte.

Escuché su nombre la semana pasada y tuve que salir al exterior por la impresión que me produjo. Volví a entrar deseando haberlo oído mal, pero me lo confirmaron.

- Sí, Cabila, ese que te pedía el Marca, ¿sabes quién te digo?,  se murió ayer.

Ese tarde quedó el periódico deportivo sobre mi mesa. Nadie me lo pidió. También la caja de dominó era un objeto  solitario frente a mí, y la cruz roja que él dibujó parecía querer llamar mi atención.
Fue una tarde larga y triste en la que no tuve ganas de hablar con nadie.

Aún me duele ver su silla vacía.

Quiero pensar que eres infinitamente feliz ahora. Hoy soy yo quien se acuerda mucho de ti y el que te dice:
"Disfruta de tu hijo, amigo Cabila, disfruta de él ahora que puedes"

20 de mayo de 2014

EL COMENTARIO 10.000

El de la imagen  es mi padre en Tabarca,  una isla a 8 kms del puerto de Santa Pola, Alicante.
Por el tamaño de mi hermano Fran, que va cogido de su mano, calculo que la foto fue tomada en el año 1977 o 1978.

No sé donde me encontraría yo en aquel momento, pero no en la isla, desde luego, pues no he estado nunca en ella. Parece ser que mis padres fueron a pasar allí el día con los peques de la casa y, al poco de desembarcar, un fotógrafo les sacó esa foto a la que añadió: TURISTA UN MILLÓN... A TABARCA.

Durante mucho tiempo creí que, efectivamente,  a mi padre le había tocado en suerte  tal honor, pero hoy más bien creo que debió ser una idea del fotógrafo para hacer negocio con esa broma, y que más de un visitante volvería a su casa siendo el "turista un millón" de la isla.

O quizás no.  ¿Y si fuera que en la isla de Tabarca, que actualmente tiene 59 habitantes, tuvieran contabilizados, aunque fuera aproximadamente, la cantidad de gente que llegaba? A lo mejor, según sus cálculos,  aquel fin de semana pisaba suelo tabarquino el turista un millón y le fue a tocar la china al pie de mi padre. Pero entonces... ¿solo una foto para el agraciado? ¿Ni siquiera una medalla conmemorativa?

No, aquello debió ser una broma, y el verdadero turista un millón, que quizás llegara mucho antes o mucho después,  jamás fue consciente de serlo. A lo mejor se mareó en el barco y pasó el día angustiado sin que nadie le dijera: "Bueno, caballero de la cara verde, quizás le reconforte saber... ¡¡QUE ES USTED EL TURISTA UN MILLÓN!!"

Pensando en esto  me planteo algunas  preguntas que lanzo al viento para que os den en la cara.

¿Habremos sido, sin saberlo, visitantes UN MILLÓN de algún lugar? ¿Quién sería el visitante un millón del Museo del Prado? ¿O de la Sagrada Familia? ¿O de la Gran Muralla China? ¿Serían un poquito más felices si supieran que lo fueron?

Supongo que será muy complicado esto de contabilizar gente que llega masivamente a un lugar turístico, pero las autoridades deberían plantearse hacerlo y agasajar al agraciado que alcance una cifra redonda con detalles y favores. 
Pero además en todos los ámbitos:

"Por ser usted el ciudadano 100.000 que viene a pagar una multa... ¡se la perdonamos!"
"Por ser usted el cliente 50.000 en ingresar dinero en este banco... ¡le duplicamos la cantidad!
"Por ser usted el pasajero 500 en llegar a Marte (sí, esta es del futuro) ... ¡billete de vuelta a la Tierra gratis!

Yo creo que estas cosas darían mucho aliciente a la vida y todos nos levantaríamos pensando, "A ver si alcanzo cifra en algún sitio"

Pero yo sigo imaginado cosas y planteándome nuevas preguntas que dejo expuestas aquí por si alguien las recogiera:

¿Nos gustaría saber que hemos alcanzado una cifra abultada y redonda en algo, aunque solo fuera por saberlo y sin ninguna recompensa?
Imaginemos  que nuestro cerebro tuviera una especie de contador interno que nos avisara de lo que vamos alcanzando, y así, estando en el aseo lavándonos los dientes, por ejemplo, se encendiera una lucecilla entre los ojos  y una voz interna dijera:

"¡FELICIDADES! Este ha sido su cepillado 10.000"
¿Sería agradable esta información? ¿Nos daría alegría saberlo? Yo creo que sí. Muy probablemente  saldríamos del aseo  a comunicarlo a la familia con el cepillo en la boca: "¡¡Ehhh, he confeguido mi fepillado fiez miiil!!"

O "¡ENHORABUENA! Usted acaba de emitir el estornudo 5000!..., 5001, 5002"
O "¡MIS PARABIENES! Acaba de ingerir usted la tortilla de patatas 500"

Claro que, puestos a imaginar, mejor que ese contador tuviera una forma de desconectarlo, porque podría ser un martirio saberlo todo: número de broncas del jefe, número de golpes en la rodilla, número de veces que acariciamos un gatito, número de veces que te metes en el mar pasando del ombligo...

Pero bueno, como no quiero adentrarme en los muy transitados cerros de Úbeda (¿habrá subido a estos cerros el parlanchín UN MILLÓN?) voy a ir concluyendo.

En los cerca de seis años que tiene este blog, ha pasado por aquí, para mi alegría y regocijo, un montón de gente de todas partes. No me es posible saber, sin contarlas, cuántas personas distintas han estado alguna vez en este infierno, pero lo que sí sé, pues existe un contador que los va sumando, es la cantidad de comentarios que se han escrito. Y me maravilla anunciar... ¡que estamos muy próximos  a los 10.000 COMENTARIOS!

¡Diez mil! ¡Pero qué montaña de palabras! ¡Qué océano de letras! Me cuesta creer que así sea, pero cuánto placer y satisfacción me da saberlo.
Y cuando digo que estamos muy próximos es porque EN ESTA MISMA ENTRADA, con toda probabilidad y un poquito de suerte, se alcanzará esa cifra de 10.000 COMENTARIOS.

Y se me ha ocurrido que voy a prepararme, como aquel fotógrafo en la isla de Tabarca, a que lleguen los visitantes para inmortalizar con un dibujo al comentarista que descienda a este infierno y alcance con su comentario esa redondez tan rimbombante.

¿Quién será? ¿Será  hombre o  mujer?  ¿Le alegrará saber que tiene esa distinción? ¿Volverá después a recibir el aplauso de la galería?

Pronto lo sabremos.
*****************
ACTUALIZACIÓN (22/5/2014)

¡El comentario 10.000 ya ha quedado registrado!
(APLAUSOS)
Está entre los 19 primeros comentarios de esta entrada. Seguiremos informando.

ACTUALIZACIÓN (23/5/2014)
Me hubiera sido más difícil dibujar a alguien a quien no conozco pero, por suerte, del visitante o la visitante que dejó el comentario 10.000, conozco su cara. Juojuojuojuo.

Ya no seguiremos informando. Cuando termine viñeta,  publico y se acabó el misterio.

ACTUALIZACIÓN (25/5/2014)


14 de mayo de 2014

TARDES DE SÁBADO CON TARZÁN

Llevaba mucho tiempo deseando sumergirme en aquellas imágenes de mis recuerdos, y una ociosa tarde se presentó la oportunidad.

- ¡Tengo una película muy chula!  - anuncié en casa- ¿os apuntáis a verla?
- ¿Una peli? ¿¿Cuál??
- Un momento, que la pongo.
- ¿Pero de dibujos? - quiso saber Aitana.
- No, es una película de aventuras que vi con mi padre cuando yo era pequeño. Ahora veréis.
 
Conecté al televisor la memoria en donde guardo las seis películas de  Johnny Weismuller como Tarzán. Me consta que grabó algunas más, pero yo tengo las seis primeras, las que protagonizó junto a Maureen O'Sullivan en el papel de Jane.

Cuando en la pantalla rugió majestuosamente  el león de la Metro,  escuché algo previsible.

-¿¿En blanco y negro?? ¡¡Qué rollo!!
- Eh, un momento, es en blanco y negro porque es muy antigua, pero a ver si os creéis que antes no se hacían películas chulas. ¡Es Tarzán!
- Ah, pero Tarzán ya la vimos en dibujos.
- Sí, pero este es el verdadero Tarzán, y estoy seguro de que os va a gustar. Sentaos aquí conmigo.

Jane llega a África y se reúne con su padre, un veterano comerciante y explorador que prepara una expedición a un misterioso lugar: un cementerio de elefantes. El sueño de encontrar montañas de marfil que les haga ricos les impulsa a enfrentarse a toda serie de peligros. Sin embargo nadie contaba con que Jane fuera secuestrada por un hombre salvaje que se desplaza por la jungla a través de lianas.

La película arrancó sin captar la atención de mis hijos, salvo ciertos momentos puntuales que yo les anunciaba.

- ¡Mirad, mirad cómo habla Tarzán!
 Es el momento de las presentaciones, en lo alto de un árbol y ante la mona Chita. "Me llamo Jane" "¿Jane?" "Sí, Jane. ¿Tú?" "Tarzán" Y luego el famoso " Jane, Tarzán...  Jane, Tarzán..." a empujones. 
La hija del explorador está algo asustada pero parece pensar "Vaya, con unos pocos modales me molaría este salvaje"

Recuerdo muy bien cómo me sobrecogían siendo niño aquellos tambores lejanos en mitad de la jungla, previos a la aparición de una tribu de negros con las caras pintadas, amenazantes. Pero llegado ese momento, Samuel y Aitana no se inmutaron lo más mínimo.
Desde luego hay una diferencia abismal entre aquellos años en los que el televisor era casi un altar que reunía a la familia en torno a él, y los tiempos actuales en los que ha perdido toda aquella magia y es sólo un electrodoméstico más.

- Esta parte me encanta - les dije - ¡Tienen que escalar ese monte!



- ¡Halaaa! - exclamó  Samuel - ¡Cómo se nota que es de mentira!
Y tenía  razón,  y me quedé pensando por qué de niño no me daba cuenta yo de estas cosas. Claro,  esta generación que ha visto los exquisitos efectos especiales de Avatar, por ejemplo, parte de un listón muy alto, y  ante semejante inmovilidad se ponen a bostezar. Pero me sigue pareciendo que hay mucho encanto en toda aquella magia artesanal del antiguo cine.


- ¡Mirad aquí, qué peligroso esto! Tienen que pasar por ese camino tan estrecho, ¡y tener mucho cuidado con el precipicio! 

Aún parecía bullirme por dentro aquella mezcla de horror y fascinación cuando alguien caía al vacío, y es que esta parte está muy conseguida.
No tanto como la de la lucha de Tarzán con los cocodrilos.
En todas sus películas, cuando  se lanzan al río a atacar a Tarzán, siempre son cocodrilos normales, pero en el cuerpo a cuerpo crecen como cinco o seis veces más: parecen animales prehistóricos centrifugando a Tarzán bajo el agua. Pero éste se aferra a sus cuellos y les deja fuera de combate a base de machetazos. ¡Viva Tarzán!

No, no conseguí que terminaran de ver la película conmigo. Sin embargo, aquella tarde se despertó mi afición tarzanera y al sábado siguiente le tocó el turno a Tarzán y su compañera (1934), mientras mis hijos iban a lo suyo para mirar la pantalla muy de vez en cuando.

Fue al cuarto sábado cuando conseguí que Aitana viera Tarzán y su hijo (1939) prácticamente de principio a fin, y es que eso de que de repente Tarzán y Jane encontraran un niño en una avioneta estrellada, y  el niño creciera y fuera un pequeño tarzanito, ya tenía más aliciente para ella. 

-¿Sabes a quién me recuerda Boy? A tu amigo Jorge.
- ¡Qué dices, papá! ¡No se parece nada!
-¿Que no? Si le quitamos esa melena rizada es clavaíto.

Y fue la misma Aitana la que avisaba a su hermano.
- ¡Mira, Samuel, el hijo de Tarzán ha caído en una tela de araña gigante!
Pero cuando Samuel vio que las arañas parecían peluches con el movimiento de las muñecas de Famosa dirigiéndose al portal, arqueó las cejas y dijo:
- Ya pensaba yo que saldría una araña gigante, como la de El señor de los anillos...

Lo dicho, a estos chavales ya no se las dan con queso en cuanto a realismo cinematográfico.

Y sin embargo yo encuentro maravillosas aquellas películas: los sonidos de la jungla por la noche, los rinocerontes inesperados y tozudos, las fieras tribus temerosas ante la montaña mágica, "Yuyu, yuyu...", los elefantes heridos  atravesando la cascada para morir en su cementerio, el pájaro bobo, (¿a quién diablos se le ocurriría esto?), las actuaciones de Chita (¡una actriz como la copa de un pino!), el grito tirolés que llega a través de los árboles...

Unas semanas más tarde me preguntaba Samuel:
- ¿No vas a poner otra peli de Tarzán?
- No, ya las he visto todas.
- Ah, qué pena...
- ¿Pena? Si no te gustaron.
- Bueno, no estaban tan mal, pero me gustaba verte viéndolas.

Esto me hizo acordarme de mi padre, de cómo insistía en que le acompañáramos a ver alguna película que le gustaba mucho. Casi siempre nos terminábamos por desentender de ellas porque nos parecían un rollazo, ¡incluso a veces él mismo se dormía!

Pero también a mi me gustaba ser testigo de aquel entusiasmo suyo, de aquella necesidad de revivir bellos recuerdos, de todos aquellos ratos  en las tardes de algún sábado, con una película en blanco y negro en la pantalla del televisor. 

7 de mayo de 2014

LOS TEBEOS, MI TESORO.

Y no es broma, que el simple hecho de hojear los tebeos que desde niño aún conservo  me produce un enorme regocijo interno, y el colorido de sus viñetas siempre me retrotrae a tiempos muy felices. 
Son por tanto un tesoro de la antigüedad (lo de la antigüedad es un decir, queda prohibido llamarme viejo)

Yo haría un homenaje a todos aquellos dibujantes e historietistas que se dedicaron (y algunos de ellos todavía están ahí, dale que te pego) a hacernos pasar ratos tan divertidos. Es este un oficio al que me hubiera gustado dedicarme de haber sido posible (quizás hubiera aportado a este mundo cierto personajillo cornudo y con malas pulgas)

Y es una suerte (casi un milagro) que muchos de mis tebeos (siempre los llamaré tebeos, pues la palabra comic nunca estuvo en mi vocabulario) hayan sobrevivido intactos hasta hoy.

Como sabía que habría una continuación de la entrada anterior, para dar a conocer las soluciones de los personajes de los tebeos, he aprovechado para sacarlos de su escondite y presentároslos con sus mejores galas.

De aquella enorme cantidad de tebeos que tuve de DDT, Tio Vivo, Pulgarcito, etc, solo pude rescatar de la humedad y los ratones unos pocos, pero los suficientes como para encuadernarlos en dos volúmenes, por fechas. Unas elegantes tapas azules los mantienen firmes y bien planchados.
 He aquí otros, de tapas más duras, de la Colección Olé. En estos se publicaron las primeras historietas largas de Mortadelo y Filemón, que entran, sin lugar a dudas, en el grupo de mis  favoritos.
Pero si Mortadelo y Filemón ya me parecen buenísimos, compiten con otros excelentes personajes del mismo historietista: Francisco Ibáñez. Rompetechos, por ejemplo. O la genialidad de historietas que creó en el interior de un edificio, el 13, Rue del Percebe, donde habitan unos vecinos de lo más singulares.
 Recuerdo que cuando compraba tebeos, leía siempre las historietas que menos me atraían y dejaba para el final las mejores: las de Carpanta, El botones Sacarino, y cómo no, Zipi y Zape.
Recientemente descubrí una nueva y atractiva colección: Clásicos del Humor, de RBA Coleccionables, y ocurrió que al dejarme llevar por la nostalgia de aquellos tiempos leyendo historietas, el niño que llevo dentro se asomó y empezó a lloriquear que quería alguno de aquellos volúmenes. Me convenció y me llevé uno de  Rompetechos.

Por suerte, en cumpleaños y Reyes "hemos" ido conseguiendo otros, jeje.

Y es que me lo paso pipa. ¡Sólo me faltan las chuches de Don Manolo! :D

 Ah, pero vamos a lo que iba, que ya estoy longaniceando de nuevo
Estas son las soluciones al juego que propuse hace una semana.

1) Mortadelo y Filemón
2) El botones Sacarino.
3) Carpanta.
4) Rompetechos.

5) La abuelita Paz.
6) 13, Rue del Percebe.
7) Zipi y Zape.
8) Pepe Gotera y Otilio (chapuzas a domicilio)
9) Angelito.

10) La familia Cebolleta.
11) El profesor Tragacanto.
12) Las hermanas Gilda.
13) Anacleto, agente secreto.

14) Petra, criada para todo.
15) El Doctor Cataplasma.
16) Don Pío.
17) Doña Urraca.

18) Sir Tim O'Theo.
19) Agamenón.
20) El reporter Tribulete.
21) Doña Tecla Bisturí.
22) Gordito Relleno.
23) Hugh, el troglodita.

Y aquí la relación de puntos por aciertos:

Con 31 puntos... Elennim
Con 37 puntos... Cantona
Con 39 puntos... Sandra
Con 46 puntos... Loque
Con 62 puntos... Papa Cangrejo y Montse
Con 63 puntos... Ángeles

El podium de honor lo ocupan (y que conste que los tres merecen el primer premio)

Con 67 puntos... Amig@mi@
Con 69 puntos... Sese
Con 72 puntos... Carlos

¡¡Muchas gracias a todos por participar!!